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No quiero envejecer

Habiendo ya enterrado a “todos mis viejos”, me quedo yo misma en la siguiente línea de espera. Huummm… no me quiero enterrar todavía, “Aún quedan millas que caminar, aún quedan millas que caminar” (Robert Frost).

 

“Sin lugar a dudas, los abuelos y las abuelas ya no son los de antes .” (Pag. 110)

Según Sordo están “los abuelos de cuento “ (los clásicos), y “los abuelos de Mall “ (vitales, activos). También están “los abuelos golondrinas” (que se pasan recorriendo de casa en casa), y mi propia categoría de “tocame un tango” en donde soy abrazada y abrazo haciéndome esto muy feliz.

El mundo que ansía Pilar Sordo es “Un mundo donde desde pequeños nos educaran a autoevaluarnos y donde todo sea regido por motores internos, donde nadie se aprovechara de nada y tomaramos decisiones regidas por el absoluto autoconocimiento y la sabiduría interior. En este mundo los niños serían capaces de autoevaluarse antes de ser diagnosticados con una nota y hablarían con la verdad a la hora de decir si estudiaron o no, sin intentar sacar provecho.

En este mundo habría una moral autónoma que haría evaluar las conductas a partir de las intenciones y no de las consecuencias de los actos, dinámica que funciona bajo la lógica de actuar correctamente por temor a la sanción. En este mundo la gente estaría educada desde muy pequeña para escuchar el cuerpo y el alma de manera permanente, podría decir lo que siente y, además, actuar en consecuencia; sería capaz, por ejemplo, de reconocer cuando está cansada y descansar de forma eficiente y gratificante. Los habitantes de este mundo podrían también reconocer en si mismos la pena, la rabia, el miedo y la alegría; la angustia sería escasa y en caso de aparecer también la reconocerían y podrían hablar sobre ella y desde ahí actuar en consecuencia.

 

En este mundo primaría la confianza y el criterio sociológico de que el hombre es bueno en si mismo; el valor de la palabra recuperaría su sitial y su poder , y solo bastaría con darla para ser creíble y confiable; el objetivo de la gente sería ser congruente y noble, desplazando a la astucia como forma “inteligente” de relacionarse.

 

El motor no sería el dinero ni lo material , sino que el hacer bien las cosas disfrutando de los afectos y lo simple de la vida . Los logros obtenidos serían bien mirados y objeto de felicitación, ya que como sería un mundo basado en la confianza, se desprendería que aquello fue conseguido por un buen trabajo o por la constancia y el esfuerzo de los años. Un mundo donde la bondad no fuera estúpida y donde el entregar lo mejor de uno no sea considerado “nerd”.

 

En este mundo la gente reiría de buena gana , sería capaz de agradecer por lo que le ocurre y tendría todo el permiso para cansarse, estar triste y poder llorar con ganas, sin tener que recurrir a medicamentos que duermen las emociones. Podría además expresar cuando tiene miedo y pedir ayuda para ser contenido . La rabia no sería la expresión predominante y sería exteriorizada sin descalificar a nadie.

Los que tienen más tendrían la obligación de montar por lo menos una empresa que rompiera con la desigualdad, repartiendo los ingresos en forma generosa para evitar la rabia social que genera esa falta de solidaridad. La educación y la salud estarían centradas en la gente y se invertiría en ellas, mas que recursos, humanidad y empatía por el que sufre. En este contexto, todos sentiríamos que estamos dando lo mejor de nosotros y, por ende, todos, absolutamente todos, estaríamos mejor.

 

El Estado debería cuidarnos y protegernos pero, por sobre todo, escucharnos cuando las necesidades cambien, respetando la libertad y las diferencias individuales. Los juegos de poder no existirían y serían reemplazados por la vocación de servicio. Los derechos serían equivalentes a los deberes.

 

Un mundo donde uno agradezca despertar y no reclame por ello, donde nos saludáramos y nos reconociéramos por el nombre y no solo por lo que hacemos. Un mundo donde todos sin excepción y desde el lugar en el que estamos nos sintiéramos importantes y reconocidos. Un mundo donde nunca más se pensará que el que trabaja remuneradamente es útil a la sociedad porque es productivo y los que hacen cosas por otros sin obtener nada a cambio fueran vistos como tontos o con cierto dejo de desconfianza.

 

Un mundo donde fuera muy agradable trabajar y los trabajos fueran dignos , reconfortantes y con mucha movilidad; un mundo donde desde el mérito se pudiera llegar donde cada uno quisiera y la palabra responsabilidad no tuviera tan mala prensa; un mundo donde todos amáramos lo que hacemos , y si no es así, que al menos agradeciéramos el hecho de contar con un trabajo; un mundo donde hiciéramos esfuerzos para llegar a querer lo que hacemos o trabajáramos la vida entera para llegar a hacer algo que nos apasione. Un mundo donde las vocaciones sean reflejos de los talentos y donde pensáramos en dejar huellas más que en los recursos necesarios para poder comprar más cosas y alcanzar un mejor estatus social. En fin, déjenme pensar en un mundo donde el trabajo y el hacer todo lo posible por mantenerlo no sea el único motor para decir que a uno le ha ido bien en la vida.

 

Un mundo donde no haya discriminación, donde la libertad esté basada en el respeto por el otro y donde todos tengamos un lugar. Un mundo que reconozca a los indígenas y a todas las mal llamadas minorías (siempre he pensado que ese término esconde desigualdad, discriminación, mucho egoísmo y omnipotencia), y donde cada uno tenga espacio para crear, comunicar y hacer lo que quiera, contribuyendo al cuidado y respeto por el medio ambiente y pensando en un planeta donde sea grato y sano vivir.

 

Un mundo donde los adultos mayores sean aplaudidos y reconocidos y, por lo tanto, contenidos cuando quieran dejar de producir para dedicar su vida al descanso y a cosechar lo sembrado a lo largo de ella. Un mundo donde los niños fueran educados en el amor y en la educación de la responsabilidad para que la libertad sea bien ejercida. (Pags. 143 a 148).

 

Un “delirio maravilloso”, aunque “ hay mucha gente que todos los días trabaja para que muchas de esas utopías sean reales”.

 

“Todos deben prepararse para otra vida que desconocen totalmente y tener la tranquilidad de haber hecho las cosas lo mejor posible.” …”Bajo esta perspectiva, llegar a la vejez se convierte no solo en un placer , sino que en todo un privilegio; significaría como lo entienden los orientales , que tuvimos mucho tiempo para amar, aprender, dejar huellas y para haber disfrutado de la posibilidad de decidir ser felices , porque serlo es una actitud, más que un estado ligado a la alegría o al tener cosas.” (Pag. 172).

 


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