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EMMA

 

Esta novela publicada en 1816 relata dentro del lenguaje protocolar de la época los intereses de la protagonista Emma por casar a todo el mundo menos a ella misma.

 

Al pertenecer a estos tiempos del Siglo XXI, el leer a Emma puede resultar aburrido aunque a veces se torne algo simpático. Me sorprende especialmente el lenguaje y las estiradas expresiones utilizadas por los personajes que por momentos llevan páginas y páginas debatiendo muy apropiadamente sobre la importancia de las visitas entre una y otra mansión o sobre las exquisiteces de sandwichitos en ellas ofrecidos, por citar algunos de los temas, así como también de las interminables partidas de barajas.

 

Se dan verdaderas cátedras sobre las virtudes que deben poseer las jóvenes candidatas a contraer matrimonio: además de contar con una buena planta física, deben ser sensatas, excelentes administradoras de su casa, tener buenos modales, que puedan mantener una conversación interesante, entre otras muchas otras virtudes como el ser sumisas y obedientes a su marido.

 

Escuchamos normas incuestionables sobre el matrimonio, así como cuando Emma aconseja a su amiga Harriet : “ Para mí, Harriet, hay una norma general que es la siguiente: si una mujer duda si debe aceptar o no a un hombre , evidentemente debería rechazarlo. Si llega a dudar de decir “Si”, debe decir “No”, sin pensarlo más. El matrimonio no es un estado en el que se pueda entrar tranquilamente con sentimientos de duda, sin tener plena certeza. “

 

Y nunca mejor expresado : “Está tan predispuesta la naturaleza humana en favor de los que están en una situación extraña , que la muchacha que contrae matrimonio o fallece puede estar segura de que hablarán bien de ella todas las personas” .

 

Aunque todo sea por leer un clásico, poco a poco nos adentramos en la época y lentamente nos conquistan.


EMMA

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