Saro Vera siendo en su momento uno de los sacerdotes mejor preparados, es trasladado al Guairá en donde siente que fracasa al no poder entender al paraguayo. Decide observarlos y de estas observaciones surge esta obra y muchas otras inéditas a la fecha. “Esta es una obra ante la cual no se puede permanecer indiferente”, expresa Miguelina Cadogan .
Desmenuza al paraguayo con sentencias lapidarias : “el paraguayo es tímido”, si , quizás sea “coyguá” , como decimos en guaraní. “Junto a la timidez, lleva en sí un gran orgullo”. “Increíblemente es un hombre inseguro”.
“ El paraguayo es optimista porque acepta la vida con sus dos caras: la del bien y la del mal “. Y así el autor nos lo va pintando de manera singular. Mientras repasa unos comunes “ ñe’ enga “ (dichos) , podemos concluir que “ibai la kuádro , he’i kururú omañaro espéjope “, dicho que se aplica a una situación pesada o podríamos también aplicarla al mismo paraguayo mirándose a si mismo en un espejo, su reflejo es feo como un sapo. Yo pienso, pobre “angá” ¡ no es “ko “ tan feo!
En cuanto al poder , sabemos y así lo expresa Saro Vera, que al paraguayo le encanta el poder. El concluye que “el problema del paraguayo con poder es la desubicación. Es un cacique en un estado civilizado”. Tristemente, entre otros puntos, “ el hombre de poder en el Paraguay emulará a los más renombrados califas, con la diferencia de que mantendrán su frondoso harem con el erario nacional”.
Y está la riqueza: “Increible pero cierto. Otro elemento que descoloca totalmente al paraguayo es la riqueza. El que alcanza cierto nivel económico sufre un cambio, tal que resulta difícil reconocerlo después de un tiempo”. Además, tocando otros temas, “¿cuando terminará la discusión de que el paraguayo es haragán o no ?”
No estoy segura que tan bien parado queda el paraguayo, pero como dice otro conocido paraguayo : “duele decirlo , pero hay que decirlo”.
