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Una muerte muy dulce

Leer a Simone de Beauvoir a los 17 años me causaba una inquieta admiración e incredulidad ante sus libertades y manera de amar que en el mundo e incluso hoy en día , serían algo atrevidas.

Caminando entre los estantes de la extensa colección de libros de la BACCN salta a mi encuentro este amigo, un buen libro siempre lo es, y lentamente me adentro en la fuerte y a la vez dulce narración, tal como su autora misma, de la muerte de su madre.

Dice la Beauvoir que “No se muere de haber nacido, ni de haber vivido, ni de vejez. Se muere de algo”. Saber que su madre estaba condenada a un fin próximo, por su edad, no atenuó su llegada si no que la tomó por sorpresa. Ataviada iba con su batón de terciopelo cotelé rojo cuando cayó y mientras el fin llegaba tuvo un ataque, o quizás , tuvo el ataque y cayó después. Al fin de cuentas, tenía edad para morir. Con desgarradora frialdad no despojada de sentimientos, Simone va describiendo a su madre , modelo de todo lo despreciado por ella. Dice comprender a cuenta de si misma, y hasta la médula de sus huesos que en lo últimos momento de un moribundo se pudiera encerrar el absoluto. Y continúa la espera del espamo final… Todos los hombres son mortales : pero para todos lo hombres la muerte es un accidente y , aún si la conoce, y la acepta, es una violencia indebida.


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